sábado, 1 de marzo de 2008

Angélica Mendoza de Ascarza: Mamita Angélica


 (Perú 1929-2017)"¡Arquímedes! ¡Arquímedes!", gritaba la señora Angélica Mendoza viuda de Azcarza, sumida en la angustia, y en lo profundo del socavón de Purakuti, ubicado en Ayacucho. La rodeaban algunos cadáveres y una soledad inmensa, pero la acompañaba la honda convicción de encontrar a su hijo, detenido ese mes de julio (el 12 a las 12 y 30 de la noche) de 1983.Diecisiete años después, sin embargo, Arquímedes Ascarza y otras 3,000 personas más (3,002 según las Naciones Unidas) no aparecen, se han esfumado sin dejar huella alguna luego de ser detenidas. Varias decenas más se perdieron también en la espiral de violencia desatada por SL y el MRTA.Sobreponiéndose al dolor y las amenazas, la "mamita" Angélica, junto con las señoras Teodocia Laynes y Antonia Zaga, fundó en 1983 la Asociación Nacional de Familiares de Secuestrados, Detenidos y Desaparecidos en las Zonas de Emergencia del Perú (ANFASEP). Se planteó la misión, heroica, de buscar a su hijo y a los otros miles de desaparecidos del Perú.Armadas únicamente de coraje, las integrantes del ANFASEP recorrieron cuarteles, comisarías, fiscalías, obispados, comisiones parlamentarias, organismos internacionales, grupos de derechos humanos y la Defensoría del Pueblo. Solamente en estas tres últimas instancias les prestaron la atención suficiente. También protestaron en las calles, de Lima y Ayacucho, a pesar de las amenazas de arresto.En 1985, además, la señora Angélica y sus compañeras empezaron a ayudar a los huérfanos del terrorismo. Al pequeño local que tenían llevaron ollas de su casa y cocinaron para los hijos de los desaparecidos. Sin cobrar un sol y sin aparatosas propagandas en la televisión por cierto.La Coordinadora Nacional de Derechos Humanos le entregó este año un Premio Especial, en homenaje a su lucha indesmayable. Angélica Mendoza viuda de Azcarza representa acaso la resistencia al dolor, a la adversidad y al desamparo. Sigue en la lucha, a pesar del silencio que cubre el incierto destino de tantas vidas humanas, incluida la de su hijo.

Caretas, edición 1600, 30 diciembre 1999

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